Amenazar
e intimidar. La amenaza o la intimidación suelen aparecer como modo
de asegurarse la obediencia una vez que se ha iniciado la conducta dominante.
La principal consecuencia que esta forma de coacción produce en la víctima es
el miedo, siendo éste a su vez una de las nuevas herramientas paralizantes que
mayor fuerza tiene a la hora de impedir a la víctima poner fin a la relación.
Por tanto, cuando esta forma de abuso se instaura y comienza a producir sus
perniciosos efectos (que pueden llegar al terror en la víctima), las
posibilidades de que la víctima sea capaz de poner fin a la relación disminuyen
drásticamente, lo que lleva a que se refuerce la coacción y, por tanto, se
consolide. Veamos algunos indicadores:
o A
veces grita con gestos o expresiones que asustan o intimidan.
o
Ella no se atreve a decirle lo que siente o piensa. Cuando está enfadado se
acerca y la observa (mira) de manera intimidante.
o
Alguna vez le ha dicho que si le dejara “no sabría que hacer, aunque sí sería
capaz de cualquier cosa”.
o
Alguna vez se pone tan nervioso que se descontrola y le hace sentir miedo.
o Le
advierte con que lo va a pagar, o amenaza con hacerle daño si le lleva la
contraria o simplemente no hace lo que él dice.
o
Golpea, rompe o daña objetos que tienen valor afectivo para ella.
Consecuencia
Produce en la victima
miedo, siendo este a su vez una de las
nuevas herramientas paralizantes que mayor fuerza tiene a la hora de impedir a
la victima poner fin a la relación.
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